En este articulo explicamos la importancia del proceso educativo para la construcción de identidad y la necesidad de institucionalizarlo desde el Estado.
“Estado e Identidad”
Echavarría Grajales, Carlos Valerio (2003). En el texto La escuela un escenario de formación y socialización para la construcción de identidad moral él autor cataloga a “la escuela no solo como una institución educativa ejecutora de procesos administrativos y técnicos, sino, además, como una lectora que, desde su dimensión pedagógica, se ocupa de la socialización y la construcción de sentidos de identidad”. (Echeverría G., 2003, Pp. 1) La escuela es un espacio de interacción, construcción y desarrollo de potencialidades necesarias para la comprensión del mundo, sus relaciones y sus posibles transformaciones, esta tiene la co- responsabilidad ética, política y moral de constituirse en escenario de formación y socialización en el que, como tal, circulan múltiples sentidos, se producen variados aprendizajes, se abre la opción a la negociación de la diferencia y se funda la convivencia como una expresión de la autonomía, la libertad y la dignidad humana, se trata de ver en la escuela el cómo los sujetos se hacen diferentes en lo individual e incluidos en lo colectivo. Es la encargada de la formación ciudadana en lo moral, es decir, por la estructuración de un pensamiento autónomo que habilita a los sujetos para vivir sus derechos y asumir responsablemente sus deberes.
Desde la mirada de Echavarría Grajales, C. (2003) La escuela es un
escenario de formación y socialización, como portadora de sentidos construidos
a través de la historia, es un espacio de interacción, construcción y
desarrollo de potencialidades necesarias para la comprensión del mundo, sus
relaciones y sus posibles transformaciones producen variados aprendizajes, se
abre la opción a la negociación de la diferencia y se funda la convivencia como
una expresión de la autonomía, la libertad y la dignidad humana. En fin, un espacio donde se construyen
ambientes estructurales y globales para la transformación del sujeto, donde se
configura y se construye la identidad además se establecen elementos
pedagógicos y metodológicos. Encargada del proceso de enseñanza-aprendizaje de
los sujetos, pero no solo cumple con la función de impartir conocimientos, en
ella los sujetos
interactúan entre sí, comparten conocimientos, ideales, culturas,
principios y valores. En este espacio el sujeto desarrolla sus habilidades y
destrezas, también construye su identidad y su formación ciudadana, y es a
través del proceso de socialización donde el hombre en su interacción con
otros, desarrolla las maneras de pensar, sentir y actuar que son esenciales
para su participación eficaz en la sociedad, se configura un espacio propicio
para la interacción, la negociación y la objetivación de nuevos contenidos y
sentidos sobre los cuales significar la identidad individual y colectiva de los
actores implicados en el proceso de formación. se compromete de manera firme a
entregarle a la sociedad un individuo competente y profesionalmente capaz, un
sujeto que sea respetuoso de los valores y tradiciones de la comunidad a la que
pertenece, un individuo autónomo, responsable y con capacidad de modificar lo
existente o de legitimar el orden establecido con base en criterios ético
morales y políticos claros. “El proceso por cuyo medio la persona humana
aprende e interioriza, en el trascurso de su vida, los elementos
socioculturales de su medio ambiente, los integra a la estructura de su
personalidad, bajo la influencia de experiencias y de agentes sociales
significativos, y se adapta así al entorno social en cuyo seno debe vivir”
(Rocher, 1990).
Garza (1995), citando a Habermas (1990), plantea que para alcanzar el
ideal de una sociedad racional y democrática se necesitan instituciones
educativas que preparen y formen a los sujetos en el modelo del accionar
comunicativo. Encuentra en ese paradigma habermasiano los ingredientes
adecuados en la configuración de la misión y la responsabilidad social de la
escuela; así, esta última deberá instituirse como un centro educativo para la
formación de profesionales calificados y críticos, es decir, será un escenario
que además de preocuparse por formar seres competentes en su saber específico,
potencie en ellos una disposición y sensibilidad especial por la transformación
del contexto social que habitan. Se podría afirmar que en esta doble
connotación educativa la escuela se responsabiliza y responsabiliza a sus
educandos moral, ética y políticamente en la transformación de las relaciones
sociales para vivir en una sociedad digna, justa, incluyente y democrática.
Es por esto que la escuela en su acción formativa y socializadora deberá
responder a los retos actuales de construir una sociedad plural, democrática,
incluyente, equitativa; una práctica ética interesada en la formación de la
identidad de los sujetos a partir de una relación educativa en la que el rostro
del otro irrumpe más allá del contrato y de toda reciprocidad; con lo cual se
quiere expresar una relación no coactiva, democrática y negociada; una relación
basada en una idea de responsabilidad. Por ello la institucionalización es
necesaria, pues es fundamental para la formación de los sujetos. El proceso
educativo ayuda a mejorar la estructura social pues provee a la sociedad de
individuos capacitados para afrontar los retos del día a día, sujetos con
autonomía de pensamiento.
Para lograr esa transformación, la escuela deberá interpretar,
desarrollar y transmitir la cultura de la sociedad, definiendo con claridad
cuáles han de ser los fines y los medios socialmente legitimados que hacen
pertinente y relevante el acto educativo (Apple 1997). La Ley General de
Educación (Ley 115, artículo 5) destaca entre sus fines la formación y el desarrollo de seres humanos integrales, respetuosos
de la vida, de los principios democráticos del país y demás derechos; habla de
un sujeto participativo, crítico, reflexivo, analítico e involucrado en la toma
de decisiones, en el avance tecnológico y científico y en la construcción de
una identidad de país democrático, incluyente y equitativo, es decir, se trata,
desde la Ley, de configurar una escuela que soporte el entramado cultural sobre
el cual se significa el accionar humano y se delimitan las fronteras de lo
justo, lo bueno, lo malo, lo digno, lo incluyente, lo equitativo y lo
diferente, para construir de esta forma el entendimiento, la vivencia de la
reciprocidad y la convivencia.
Si este proceso de hace de manera adecuada, se estaría evidenciando en
la escuela un auténtico espacio para la participación y la formación ciudadana,
la cual contribuye a la adquisición de unas habilidades, destrezas,
competencias, actitudes, argumentos y sentimientos humanos que permitan a las
personas (niños, niñas, jóvenes, maestros y demás adultos implicados en la
formación y socialización) pronunciarse, evidenciarse e involucrarse en las
decisiones que afectan sus vidas, es decir, perfilarse como interlocutores
válidos, importantes, comprometidos e implicados en la formación y la
convivencia; advirtiendo que hacerse un interlocutor no es sólo ser un buen
escucha, sino estar en condiciones de participar activamente en la construcción
conjunta del bienestar común.
Referencias:
Echavarría Grajales, Carlos Valerio (2003). La
escuela un escenario de formación y socialización para la construcción de
identidad moral, en Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y
Juventud, Julio – Diciembre, Vol. 1, No 002, Universidad de Manizales, Colombia
2003.


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